Estos últimos días, ha sido ver vuestros ojos y
naufragar en un mar de emociones. De la ansiedad por los exámenes al miedo a la
partida, de la alegría por el título a la incertidumbre del ahora qué; de la
pesadilla de septiembre y la selectividad a la ilusión por este momento, el de la Graduación. Y quiero
que sepáis que nosotros, vuestro profesores, también hemos sentido lo mismo,
ese vértigo, ese intentar orientarse con una brújula rota.
Hemos hablado con miradas, con promesas, con palabras
escritas en pequeños trozos de papel, para, a pesar de esa brújula rota, no
perdernos en este día, en esa palabra que suena a despedida. Y la verdad es que
no es fácil, sobre todo cuando uno cierra los ojos y ve con el corazón el
camino que iniciasteis en la ESO
o en primero de Bachillerato, cuando se suceden cientos de recuerdos que nos
trae a la mente lo que significa todo este camino, vuestra educación.
Ya os dije hace unos días qué era este camino de la
educación, ser, ante todo, compañeros. Compañeros en el aprendizaje, en el
estudio, en las emociones. Compañeros, sí, porque eso siempre ha sido para
muchos de nosotros la función del profesor, alguien que sepa acompañar a los
alumnos en el proceso de descubrir el mundo. Sería mentir decir que el proceso
es fácil. En
una realidad tan complicada como la que nos toca vivir no es fácil nada, y el
intentar despertar en el alumno la felicidad de la educación y la motivación
por el conocimiento participa del mismo proceso de dificultad. Por eso, nos
gustaría pediros disculpas si no nos hemos puesto en vuestro lugar, si hemos
pasado con indeferencia ante alguno de vuestros problemas o no hemos conseguido
ayudaros. Si no hemos conseguido encontrar el tipo de motivación que os convenía. Mi tarea, y la de vuestros profesores,
siempre ha sido facilitaros ese camino, ayudaros a encontrar vuestro objetivo. Os lo dije con el corazón abierto, y por eso hoy, en
este momento, quería recordároslo y compartir con vuestros compañeros el mismo
mensaje de cómo sentimos este camino.
Y dejarme también que comparta la historia del
maestro. Hace poco conocí la historia de Antoni Benaiges, un maestro que murió
en la guerra civil, y que una tarde de 1934 llegó a una pequeña escuela de un
pueblo perdido en el medio de Burgos. Lo hizo sin más equipaje que su maleta
llena de libros y una imprenta para instalar en la escuela, que él mismo había
pagado. A través de la auto-publicación de pequeños cuadernillos, los niños del
pueblo encontraron una ventana hacia un mundo nuevo, hacia un futuro. Con ellos
se comunicaban con otras escuelas de España, con las que intercambiaban estos
cuadernos. En el último cuaderno que imprimieron, titulado El Mar, los alumnos describían el mar como algo desconocido, enorme
y cargado de fantasías. Algo que muchos estaban convencidos que jamás
conocerían. Pero Antoni quiso sembrar en ellos la esperanza del conocimiento, y
los estimuló prometiéndoles que les llevaría al mar. Por eso se le conoce como
“el maestro que prometió el mar”. La guerra hizo que se convirtiera en la
historia de una promesa incumplida.
Todo lo que queda de Antoni Benaiges se conserva en
una caja de cartón. Es poco tras ochenta años. Unas fotos en blanco y negro y
unos cuadernos antiguos impresos de forma rudimentaria que la familia guarda
desde hace muchos años. Pero si uno se detiene y observa esos cuadernillos,
toma conciencia de que su legado fue mucho más grande: las esperanzas y el
deseo por conocer de un grupo de niños a los que se les prometió el mar.
Quizás ya no observemos por los ventanales de la
escuela cómo sale la cantinela de la tabla de multiplicar, con la lluvia en los
cristales, según los versos de Machado. Quizás ya no lleguen niños a la escuela
municipal en invierno atravesando el campo a pie bajo la nevada, y en el aula
con un dedo lleno de sabañones señalen en el atlas abierto mares e islas, que a
buen seguro nunca podrían navegar. Quizás nos engañemos y no veamos jugar en un
descampado en las afueras del pueblo a ese niño con otros golfillos, sin más
horizonte que el de permanecer allí el resto de su vida.
Quizás. Pero vosotros me recordáis a esos niños,
porque he visto a lo largo de este curso, y en muchos de vosotros durante seis
años, el sueño de lograr un objetivo. No podemos prometeros el mar, vosotros ya
lo conocéis, pero sí prometeros que a través del esfuerzo, el compromiso, el
respeto y la libertad se puede llegar a donde uno quiera, sin límites. Y que
sé, porque así me lo dice el corazón, que vosotros no tenéis límites.
Ahora os veo aquí, junto a nosotros, percibiendo cómo
junto al camino de la educación se ha desarrollado el compromiso del
crecimiento. Cómo esperáis, con ilusión e incertidumbre, abrir las puertas del
mundo de los adultos, pero sin abandonar aún la inocencia de los sueños de la
infancia y la adolescencia. Y espero que no abandonéis esos sueños jamás, que
sigáis manteniéndolos vivos, pese a las piedras que obstaculicen el nuevo
camino. Porque si los mantenéis vivos, mucho del esfuerzo de estos años tendrá
sentido. Porque si los mantenéis vivos, será el mejor regalo que podréis hacer
a varias generaciones de maestros y maestras, de profesores y profesoras, que
lucharon por una enseñanza pública, solidaria, que os hiciera libres. Que
lucharon, como luchamos nosotros, para lograr una enseñanza que no se dirija a
un niño privilegiado sino al niño único, a ese niño que en el fondo son todos
los niños, al margen de su sexo, clase, raza, religión o capacidad. Porque educar
no es pediros que renunciéis a vuestros deseos y sueños, sino ayudaros a
conciliar esos deseos con los deseos de los demás. Recordaros que no tenéis
límites, y que a veces soñar es necesario, más necesario incluso que ver.
No puedo terminar sin decir que hemos
disfrutado enormemente con vosotros. Que si educar es dar vida, nos habéis
hecho vivir, y eso es un regalo precioso que nos habéis otorgado. Sois el mejor
ejemplo de que el derecho a la educación
no sólo es un derecho que hay que conseguir sino que también es necesario
conservar, y que la defensa de una escuela pública, de calidad e inspirada en
la igualdad, con vosotros cobra su pleno sentido.
A pesar de esta brújula rota que hoy no nos deja
orientarnos, tenéis, tras esas puertas, todo un mundo que descubrir. Aventuraros
sin miedo, nuevos amigos os esperan, nuevos profesores os guiarán, y vuestros
padres siempre os ayudarán en el camino. No os prometemos el mar que conocéis,
pero si el mar de Benaiges: el limpio mar de un hombre llamado Ulises, el mar
que surcó Marco Polo para asombrarse ante las maravillas de otra tierra; el mar
de los vikingos, de los fenicios. El de Eric el Rojo y el Corsario Negro, el
mar que oculta misterios, desde las monedas de la Mercedes a la cura de las
enfermedades. El mar, muchachos, que vais a ver al cerrar los ojos, el mar en
el que vais a tener la ocasión de ser lo que queráis. El mar de la libertad. Y
cuando estéis agotados, tengáis miedo o dudas, recordar que antes que vosotros
también hubo otros con miedo. Que nosotros también tenemos miedo y dudas. Recordar
con alegría los buenos momentos, no borréis la sonrisa de vuestro rostro. Y
tener presente siempre que aquí estamos, que somos vuestros amigos, para lo que
necesitéis. Y, sobre todo, recordar que el mar puede ser el lugar más hermoso
del mundo.
Os quiero chicos, y os echaré mucho de menos.
ÁLVARO
Mis Niños Chicos!! Una promoción inmejorable. Comenzamos juntos en Secundaria y aun me acuerdo de sus caritas el primer día de clase, tantas anécdotas y buenos recuerdos durante dos años... Gracias Alvaro por dejarnos recordad ese momento tan especial de la graduación al dejarnos escucharlo de nuevo. Siempre serán muy especiales para mí también. Besicos mil
ResponderEliminarprecioso, álvaro,qué orgullo para tus alumnos tener profesores como tú y para ti tener unos alumnos tan maravillosos, seguro que de alguna manera has influido en algo para que sean personas tan ìntegras y esto hace que nuestra tarea merezca la pena.un abrazo
ResponderEliminarCómo me encanta y me emociona leerte.
ResponderEliminarQué bonito descubrir, en los años treinta la conmovedora historia del profesor Benaiges, un nombre desconocido para mi, hasta que he leido este relato, que pena conocer tantos que lo merezcan menos y que se escapen personas tan valiosas. Me alegra saber que hubo y hay personas así, que guian el camino aportando más que valores, aportando el corazón.
Porque para mi, ser profesor es tanto; es ayudar, es comprender, volver el tiempo atrás, es enseñar, es aprender, es compartir sueños e ilusiones; qué hay más puro que la inocencia de un niño, de un adolescente que empieza a abrir sus alas; poder formar parte de ese proceso ..para mi es eso, eso es ser profesor, más que enseñar una asignatura; es recibir más de lo que se da, si se hace con el alma.
Gracias Álvaro, infinitas gracias, por hacer grande esta profesión y expresarlo como se merece, qué privilegiados tus alumnos, qué privilegiado tú.
.. sigamos todos navegando en este, a veces turbulento, pero maravilloso mar.
Gracias Alvaro, el maestro Antoni Benaiges renació en 2010 en una fosa común de Burgos, mientras cubría su exhumación. Con él sacamos 103 republicanos más.
ResponderEliminarSi quereis más información de este hombre y de la asociación que acabamos de crear:
http://escuelabenaiges.blogspot.com.es/p/blog-page.html
Gracias a ti Sergi, por tu gran labor y por dar a conocer a personas como Benaiges
ResponderEliminarY gracias por darles voz a pesar del silencio del pasado y, sobre todo, recuperar su lugar y su ejemplo para la educación del.presente y el futuro. Gracias, de corazón
ResponderEliminarÁlvaro: tú, aunque todavía no lo sepas,tienes la "magia" del viejo maestro Antoni, que muy pocos en nuestra profesión poseen. La conservarás mientras quieras y respetes a tus alumnos. Aprende de ellos, ríete con ellos y recibirán esa magia.
ResponderEliminarUn abrazo
Al volver a leer tu relato y desde el mismo lado en el que tu te encuentras, me siento afortunado de ser profesor, me gusta, lo disfruto y me hace feliz y como padre de uno de los alumnos a los que te diriges, gracias por tu trabajo, dedicación y cariñó. Formas parte de muchas historias personales, ellos siempre te recordarán, doy fe de ello. Amigo y compañero un fuerte abrazo.
ResponderEliminarPepe Miguel
Cuando hablas de tus viajes, hablas desde el corazón, cuando hablas de tus niños, hablas desde el corazón, desde dentro, de lo más profundo y nos haces ver al resto con ojos más grandes más cosas de las que aparecen a simple vista. Todo un campeón, de la pluma al corazón.
ResponderEliminarUn beso fuerte.