domingo, 12 de septiembre de 2010

Un niño


He salido a caminar. Serían las 9 de la mañana, y, por ser domingo, apenas había gente por el parque que verdea mi barrio. La luz era suave, cercana, una luz que acompaña. He procurado dejar mi mente en blanco, no pensar, porque ha sido una semana dura de trabajo y quería desconectar de lo que ha sido mi vida estos días. Observar la vida de los demás me ha parecido un buen recurso. Una señora que se precipitaba en un andar rápido al toque de la Iglesia. Tres amigos, o desconocidos unidos por la noche, que volvían de parranda. El empleado de la cafetería que limpiaba las mesas y sacaba las sillas, buscando clientes con la mirada. Y un anciano con un niño pequeño agarrado de su mano, que buscaba un banco en el que sentarse. Me he sentado en el banco enfrente del anciano, decidido a dejar la vida pasar, a ser un espectador durante unos minutos.
Las palomas han empezado a revolotear cuando el niño se ha lanzado hacia el charco de agua en que intentaban beber. El cielo más cercano a mí se ha cubierto de alas que se entrelazaban, mientras el niño saltaba de alegría. El camarero ha refunfuñado y los tres amigos, antes de abandonar el parque, han girado su cabeza. El abuelo no le apartaba la vista, paciente, tiernamente.
Durante unos segundos, quizás un instante, mi mirada, la del camarero, los tres amigos, y la del abuelo, se han centrado en el niño. Sólo existía una persona en el parque: ese pequeño que saltaba alrededor de las palomas. Hemos dejado de ser vidas anónimas, con cargas o sin ellas. No soy bueno imaginando la vida de los demás, pero puedo decir a ciencia cierta que, en ese instante, todos los que estábamos en el parque, hemos querido ser ese niño. Y me he sentido bien.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Just for you


Hay años en tu vida en que las cosas parecen complicarse un poco, en que todo cuesta un poco más, en que las emociones te desbordan por la intensidad de los acontecimientos o por las piedras que se empreñan en obstaculizar tu camino. Sin embargo, son precisamente esos años los que la vida te regala experiencias y personas cercanas que te ayudan a salir adelante, con una sonrisa, un abrazo, una mano sobre tu hombro, o palabras. Palabras que han atravesado mares, cielos, montañas y, últimamente, oceános. Hoy es mi cumpleaños, y desde hace unos días tengo la plena certeza que sin vosotros, los que habéis estado conmigo este año, no sólo todo hubiera sido más difícil, sino que, simplemente, no hubiera llegado a este día como he llegado: feliz.
En algunas entradas, a lo largo de este tiempo, os he ido diciendo lo qué significais para mí. Las palabras, que la mayoría del tiempo me huyen y juegan conmigo, en ocasiones me permiten jugar con las estrellas, pintar sonrisas o cazar mi sombra. En esos momentos siempre habéis estado detrás, en mi mejilla, en mis ojos, en mis dedos, en mi corazón. Por eso, hoy que me siento feliz, quería devolveros un poco de todo lo que me habeís dado. A algunos lo he intentado, a pequeña escala, a través de la música. A todos, lo intento a través de mí.
Joaquín Piqueras, mi maestro de palabras, a quien tanto sigo en el camino de sus versos, me ha despertado con esto:
A Álvaro Jacobo, en el día de su cumpleaños:
Hay medallas hechas de sueños
que se ciñen sin apenas esfuerzo
al sumiso cuello de la edad,
más son capaces de capturar
la luz del recuerdo
y hacer del horizonte un infinito mar
siempre abierto a la felicidad.
Esas palabras son reflejo de lo afortunado que soy por teneros. Quisiera seguir soñando, persiguiendo sueños, navegando hacia ese mar de felicidad que cada minuto y cada segundo construís a mi alrededor. Sonreír con vosotros es fácil, gracias por dibujarme la sonrisa. Volar con vosotros es fácil, gracias por darme alas.