lunes, 19 de julio de 2010

Y se debe al mar

A Loles Mañes,
para que sonría cuando mire al mar
Llevo unos días que me siento desnudo, desprotegido. Y se debe al mar. Como Neruda, siempre he necesitado del mar porque me enseña, ya sea aire, incesante viento, el desmoronamiento de la estrella o el tierno desplegarse de la ola. Pero, desde hace unos días, mis dedos se pierden en su rutina, sin saber que hacer, en tristeza terca y amontonando olvido. Y se debe al mar.
Se debe al mar por arrebatarme un sueño. Hay sueños que tienes en la noche, otros que sueñas despierto, en el camino, sentado en un banco o asomado a una ventana. Pero hay sueños que tienen forma real, tangible, como mi brújula, que comparte origen. Y éste la tenía, plateada, cilíndrica. Un sueño que tomó la forma de anillo hace casi diez años, en una pequeña capilla de Perugia. Qué selló un pacto de amistad, de anhelos juveniles e inocencia, por encima de un paso del tiempo que nada podía. Pero lo pudo el mar.
Se debe al mar. Un mar que enseña, que trajo culturas, pero que también roba ilusiones, como aquella tarde de agosto de 1906 en que arrebató los sueños de cientos de emigrantes que se dirigían al Nuevo Mundo. Como hizo antes, durante siglos, y como sigue haciendo. Como hizo hace unos días, en suave oleaje.
Se debe al mar, por deslizar el sueño de mi dedo, por entregarlo a un azul profundo. Por arrancarme lágrimas de mis ojos cuando tomé conciencia. Por recordarme que lo material puede hacerte sentirte triste, a pesar de todo.
Y se debe al mar, pero no puedo enfadarme. Porque es un pago por todo lo que me ha dado estos años. Por la serenidad cuando lo he respirado, por cuando he cerrado los ojos y he sido mar, sin tiempo, sin palabras. Por ser el padre que me ha visto crecer.
No puedo enfadarme, porque cada vez que me siente un atardecer en Cabo Palos, al igual que los días de oleaje parece oírse el sonido de la campana del Sirio, sentiré mi sueño en el tierno desplegarse de la ola. Y me recordará que estoy vivo para cumplir otros sueños, para materializar otros sueños y alcanzar estrellas. Me susurrará a través del rumor del agua que, por ese sueño y por muchos más que se ahogaron en el tiempo, he de llegar a la vida.
Y se debe al mar…

martes, 13 de julio de 2010

Contigo al Cielo


Si es cierto que estás, yo quisiera llegarte:
Trepando por el brillo de una estrella
O volando a gaviota de un suspiro
O montado a babucha de un enano con botas
O subido en las hojas que vuelan por otoño.

Yo quisiera llegarte y conversar contigo.

Cuando empecé este blog tenía miedo, miedo a muchas cosas, o a ninguna, miedo a la vida, a no llegar. Cada post posiblemente ha construido un viaje, a mi mismo y a lo que siento, a lo que me importa en una tarde, una noche y una mañana cualquiera. Hoy sigo teniendo miedo, al fin y al cabo todos tenemos algún miedo, algún vértigo. Pero hoy también tengo sueños, y sonrisas, que se construyen día a día en este viaje, y que, en ocasiones, iluminan etapas con una luz tan grande, que sirve para indicarme que voy llegando, que puedo llegar.

Hay ocasiones en que esos sueños y sonrisas se materializan, y la vida, a la que me da miedo no llegar, te brinda un haz de luz físico, real, tangible, para decirte que quizás vas llegando. Hace dos semanas fue una de esas ocasiones, y mucho de lo bueno que me ha acompañado estos últimos cinco años se materializó en un pequeño libro, que para mí es el más grande del mundo, gracias a unas decenas de pájaros que han empezado a volar.



“Porque no nos mandaste a la mierda cuando nos reímos de tu movimiento gotacional de la tierra.
Porque nos pusiste un 10 en un trabajo hecho en una piscina.
Porque nunca volveré a pensar en las Brigadas Internacionales sin acordarme del vídeo que tuvimos que hacer.
Porque si grito en mitad de la calle Don’t tell me what I can’t do! Sé que alguién me comprenderá.
Porque cada vez que cruzo una esquina pienso que me voy a encontrar el panteón de Roma.
Porque, por mucho que le pese a Juanjo, nos gusta más la Historia que Química.
Porque siempre me quedará la duda de si Rasputín era bueno o malo.
Por el efecto pinza.
Por el círculo vicioso.
Por el zombie viviente.
Por el cuñadísimo.
Porque ni siquiera con una losa en la cartera nos enviaste a Jefatura con un parte.
Porque, aunque no lo pareciese, eras el único profesor que me mantenía despierto a las 8 de la mañana.
Porque aguantabas estoicamente, con una sonrisa, el silencio que producían tus preguntas en clase.
Porque en algunas ocasiones, parecía que te habías tomado un carajillo para desayunar.
Por todos los cabezazos contra la pared.
Por todas las veces que nos dijiste “¡chiiiicos!”
Porque cuándo esté dando una clase de Historia el año que viene pensaré: “ojalá me la estuviese dando Álvaro”.
Porque gracias a tus exámenes aprendí el verdadero significado del concepto “resistencia física”.
Porque en mi primera borrachera estabas ahí (y encima, invitándome a chupitos).
Porque te gustaba torturarnos con un megáfono en Crevillente.
Porque todos los viajes contigo han sido mágicos.

Porque tu discurso nos puso sentimentales a todos.
Porque has hecho que escriba un intento de texto emotivo.
Porque me has enseñado que debo elegir lo que realmente quiero.
Porque gracias a ti soy un poco más libre.
Porque haces que cambie de opinión y piense que el ser humano es bueno por naturaleza.
Porque es imposible encontrar a una persona como tu.
Porque mucho antes que profesor, eres amigo, un gran amigo.
Porque sí.

Por todo esto y mucho más, eres inolvidable.

Nacho Sánchez.”

Cada página, cada palabra escrita, es similar a esto. Muchos me conocéis, sabéis cómo siento las cosas y lo qué significan estas palabras para mí. Quisiera que lo leyerais conmigo, en persona, y espero que lo hagáis algún día, porque este librito es demasiado grande, me desbordó y lo sigue haciendo en cada lectura. Quizás es una guía para llegar, y conversar con la vida. Hay ocasiones que siento que esta es la profesión más hermosa del mundo, quizás alguno ahora me entenderá mejor.