miércoles, 6 de enero de 2010

Por dar sentido

Desde hace tiempo, en mi familia apenas hay regalos de Reyes o Navidad. Las cosas de la vida han hecho que estas fechas no sean precisamente las más felices en la casa de mi madre. Durante los últimos años, siempre me he negado a esta tradición no escrita que ha acabado imponiéndose en los miembros de mi familia, y mi rebelión anual se concretaba en comprar regalos para todos. Mi madre siempre ha observado este acto con una sonrisa agradecida, quizás viendo en mí a ese niño mayor del que tanto hemos hablado, y pensando que al fin y al cabo yo escapaba de los recuerdos, quizás por no haberlos vivido tanto como ellos.
No es un secreto que últimamente estoy perdido, que cómo dicen en mi pueblo, no me encuentro, y que cualquier gesto de cariño propio o ajeno despierta en mí una sensibilidad extrema. Es por ello que hoy, cuando mi madre me ha dicho por segunda vez en estos días, que tenía ojos tristes, de nuevo me he quedado en silencio. Sé que les ha dicho a mis hermanos que tenían que regalarme algo, y anda preguntándome qué necesito. A pesar de querer olvidar olvidos, de recorrer recuerdos y ausencias, y de tomar conciencia de imposibilidades, no me he querido abandonar al qué necesito, sino a lo que tengo. Y ahora, que estoy escribiendo estas palabras, no dejan de caerme lágrimas en los ojos (ya sabéis que soy así de tontuno), porque este año he recibido un regalo inmenso, el más grande, el más especial. Un regalo que no tiene un nombre, sino muchos; que está hecho de abrazos fuertes, de besos, de manos sobre mi hombro, mi brazo y mi cintura; de conversación nocturna en un hotel; de chaquetas, pinocho y bufanda roja de flecos; de mensajes a cualquier hora; de hojas de árbol hechas a mano; de cds especiales; de chatarreros de honor; de risas aquí y a tres mil kilómetros en pleno Bósforo (donde vive un ángel que me cuida); de paseos abrazados, pese a la lluvia; de cercanía en la lejanía.
Hoy es un día de regalos, y, de corazón, me he sentido afortunado por tener ese regalo tan hermoso que sois vosotros. Perdonarme, por favor, porque sé que este regalo siempre lo he tenido, pero estos días lo estoy sintiendo tan cerca, lo necesito tanto, que me agarro a él. Gracias por darme la mano para andar por este camino y por estar ahí, por dar sentido.

4 comentarios:

  1. Hay cosas que no vemos y existen, desde la perspectiva más agnóstica que pueda existir llevo varios finales de años que estoy empezando a creer en los reyes magos (o bueno!..dejemóslo en los Presidentes de la República Magos) existen. Creo que hay magia en los vínculos cabeza-corazón de más de uno que hay por ahi fuera... ¿Qué hay más de mágico que una persona esquive cosas materiales y ensalce los sentimientos y amistades con unas cuantas palabras? ¿No es eso magia?

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  2. Yo también creo que hay magia en esos vínculos Miguel, y es por esa magia que muchas cosas cobran sentido, empezando por las palabras. Tu sabes mucho de eso, querido titiritero, y yo intento aprender.

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  3. De vuelta a la cotidianeidad, me encuentro con tus palabras que una vez más me hacen sentirme bien y me acercan a tí, una colega me ha dicho que ahora soy la más normal del grupo, vaya tela! cómo cambian las cosas y las vueltas que da la vida. Pero mola estar aquí para vivirlas juntos y evolucionar, hacia donde sea, exprimir hasta la última gota de este jugo de naranja (a veces dulce y otras amargo) que es la vida.
    Como diría uno: TAKE OFF!!!

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  4. Querido mío, es cierto que el mejor regalo que podemos hacernos los unos a los otros es nuestra propia amistad, porque tú y yo sabemos que no es una amistad cualquiera, es un sentimiento tan profundo el que nos invade a los unos por los otros, que es muy difícil contener esas lágrimas que últimamente tienes tan a flor de piel. Como muy bien dices, hay un ángel (no tanto) junto al Bósforo al que no le importa lo más mínimo la distancia a la que te encuentras, sabes que seguirá cuidándote siempre y de una forma especial. Te quiero, como siempre

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