Llevo un par de días queriendo escribir en el blog. Se ha convertido para mí, y algunos lo sabéis ya, en una terapia necesaria. Pero no he podido. Todo lo que intentaba escribir salía triste, gris, melancólico. Ya se que es el reflejo de cómo me siento, incluso que es el intento de lo que hay dentro de mí que necesita salir para calmar las aguas turbulentas en las que navego últimamente, no tanto por el trabajo como a nivel personal. Si las cosas no van bien, no pueden encontrar un reflejo divertido, ameno, de colores.
Pero no quiero. No quiero una imagen de mí retraída, de ojos llorosos, de semblante serio. No quiero un Álvaro demasiado reflexivo, que camina por el Instituto agobiado, que habla demasiado diciendo cosas que no debe decir y sintiendo cosas que no debe sentir., Las cosas no van bien, sí, pero eso no justifica todo lo demás. Releo lo que acabo de escribir y sigue desprendiéndose esa imagen triste. Me suena a victimista, y nunca he sido, o he querido ser, victimista. Siempre le digo a mis alumnos (muchos, los pobres, me tienen a primera hora) que sonrían, que sonriendo las cosas se ven de diferente forma, que con una sonrisa, quien se dirija a ti lo hará de forma positiva. No puedo decir eso y actuar de forma contraria. Yo soy de sonrisas, yo quiero ser de sonrisas, y no de cara a la galería.
Algunos me estáis siguiendo en esta aventura, me conocéis, se que no os gusta este rollo de tristeza o pesimismo. Ni a mí. Y quiero rebelarme. Claro que he de empezar por solucionar los problemas, y, sin embargo, aquí estoy, involucionando, queriendo arreglar mis palabras para reconstruirme por fuera. He de ser sincero conmigo mismo, reconstruirme por dentro, dejarme de tontunas de adolescente, dejarme de sensibilidades exacerbadas. Yo mismo me he sorprendido diciéndole a compañeros de lo bueno que es llorar, y de lo que me gusta ver cine de llorar. Es cierto, me gusta en el cine, pero no soy de llorar, no disfruto llorando en mi vida. Y últimamente lo hago.
Llevaba años sin hablar del pasado. En el Instituto he tenido una vida nueva, una oportunidad de cambio, no hablaba demasiado de arqueología, de universidad, de doctorados, de cosas que me hicieran daño. Y últimamente lo hago.
Tampoco solía hablar de mí, y ahora es yo, mi, me, conmigo.
He de ser sincero, construir el cambio y el camino, dejar de andar dando círculos, por mucho que el círculo sea cómodo y reconforte. Es irónico que vengan mis alumnos cada día a la mesa de jefatura a que les de consejos, les anime o les escuche, cuando no me escucho ni me ayudo. No puedo ser el don Manuel de Unamuno, eclipsar mi vida paulatinamente o llegar a ser una forma sin contenido. He de construir un cambio. Perdonad, pero escribo para mí. Es el final de la escapada.
Pero no quiero. No quiero una imagen de mí retraída, de ojos llorosos, de semblante serio. No quiero un Álvaro demasiado reflexivo, que camina por el Instituto agobiado, que habla demasiado diciendo cosas que no debe decir y sintiendo cosas que no debe sentir., Las cosas no van bien, sí, pero eso no justifica todo lo demás. Releo lo que acabo de escribir y sigue desprendiéndose esa imagen triste. Me suena a victimista, y nunca he sido, o he querido ser, victimista. Siempre le digo a mis alumnos (muchos, los pobres, me tienen a primera hora) que sonrían, que sonriendo las cosas se ven de diferente forma, que con una sonrisa, quien se dirija a ti lo hará de forma positiva. No puedo decir eso y actuar de forma contraria. Yo soy de sonrisas, yo quiero ser de sonrisas, y no de cara a la galería.
Algunos me estáis siguiendo en esta aventura, me conocéis, se que no os gusta este rollo de tristeza o pesimismo. Ni a mí. Y quiero rebelarme. Claro que he de empezar por solucionar los problemas, y, sin embargo, aquí estoy, involucionando, queriendo arreglar mis palabras para reconstruirme por fuera. He de ser sincero conmigo mismo, reconstruirme por dentro, dejarme de tontunas de adolescente, dejarme de sensibilidades exacerbadas. Yo mismo me he sorprendido diciéndole a compañeros de lo bueno que es llorar, y de lo que me gusta ver cine de llorar. Es cierto, me gusta en el cine, pero no soy de llorar, no disfruto llorando en mi vida. Y últimamente lo hago.
Llevaba años sin hablar del pasado. En el Instituto he tenido una vida nueva, una oportunidad de cambio, no hablaba demasiado de arqueología, de universidad, de doctorados, de cosas que me hicieran daño. Y últimamente lo hago.
Tampoco solía hablar de mí, y ahora es yo, mi, me, conmigo.
He de ser sincero, construir el cambio y el camino, dejar de andar dando círculos, por mucho que el círculo sea cómodo y reconforte. Es irónico que vengan mis alumnos cada día a la mesa de jefatura a que les de consejos, les anime o les escuche, cuando no me escucho ni me ayudo. No puedo ser el don Manuel de Unamuno, eclipsar mi vida paulatinamente o llegar a ser una forma sin contenido. He de construir un cambio. Perdonad, pero escribo para mí. Es el final de la escapada.
Es verdad que duele verte tan triste por el IES porque no sabemos cómo ayudarte, pero recuerda que todo se cura. Hay cosas que tiene que superarlas uno mismo pero todo pasa. En la vida hay que ser fuerte y valiente, tener coraje, pero tú tienes mucho de todo eso. Nos tienes aquí a todos tus amigos que te quieren y aprecian, que no te fallarán, nunca lo olvides.
ResponderEliminarCorazón mío, aunque no lo creas, las decisiones que nos parecen más duras de tomar, se tornan insignificantes cuando tenemos el coraje de afrontarlas. Entonces, todo se vuelve claridad y la perspectiva mejora. Incluso cuando la decisión tomada no haya resultado muy acertada, el hecho de conocer sus consecuencias es mucho mejor que no saber nunca que hubiera pasado si...te lo digo por experiencia.
ResponderEliminarDe todas formas, sabes que estoy aquí para ayudarte a dar el paso o simplemente como hombro en el que apoyarte para sobrellevar lo mejor posible esta mala racha, que se que pasará. TK
Los cambios son duros, pero si se saben encauzar a medio y largo plazo pueden ser muy provechosos, te lo digo yo... (si los puntos suspensivos hablasen).
ResponderEliminarAquí nos tienes para ayudarte y acompañarte en esa nueva etapa de tu vida.
Besets.
A todos, los que me habeis escrito por aquí y los que lo habeis hecho por email, GRACIAS, por tantas cosas, por tanto sentiemiento, que me falta vida.
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