“He aquí el paraíso en el que yo vivía antes:
mar y montaña.
Hace de eso toda una vida.
Antes de la ciencia, antes de la civilización
y la conciencia.
Y, tal vez, volveré,
para morir en paz, un día…”
Driss Chraïbi.
Nada es más difícil que hablar de lo que amamos. En mi caso, es aún más difícil hablar de lo que pierdo, de lo que duelo. Lo intento a través de las palabras, pero las no habladas, las escritas, aquellas que me guían hacia el lugar en el que las cosas se ven mejor, hacia el lugar en el que la mirada expresa lo que amo, lo que duelo. Desde hace un tiempo intento llegar a ese lugar, pero me he perdido muchas veces. El problema me parece claro, necesito guía.
Martín Garzo me habló del reino de la pequeña altura, un reino que se encuentra suspendido a tan sólo unos centímetros del suelo, donde habitan las palabras que guían. Un reino al que, para acceder, cada cierto tiempo hay que escaparse de tus amigos, de tu familia, de ti mismo, y andar por ese camino insignificante sin buscar nada, sin comprender por qué lo haces. Un reino del que no tienes gran cosa que contar, y del que una vez y otra vuelves tan pobre como te fuiste, aunque con los ojos llenos de lágrimas, como si hubieras visto en él algo que no acertaras ni a explicar ni explicarse. Un reino en el que las palabras te explican lo que no podemos tener de la vida, para aceptarlo o trascenderlo.
Utilizando la única guía que conozco, mi corazón, y a pesar de que a veces no es certero, ni siquiera sabio, emprendí hace poco un viaje, abrí un camino. Tenía que recorrer ese reino, lo necesitaba. Y lo emprendí de la única forma que sé, entre sueños. Soñé un camino real, bañado por el Mediterráneo, un camino que llevara a un paraíso de mar y montaña, a una tierra que cada caricia de aire hablara de historia, de ciencia, de vida milenaria. Un camino de ida y vuelta que me refugió a la luz de las estrellas, al compás del mar y los delfines. Un camino que no andaba solo, aunque la soledad me acechara. A cada paso sentí once soñadores, portadores de risas y abrazos, en una extraña pero cercana lengua. Un camino que desembocó en un lugar en el que no había nacido, pero que no me era extraño.
Es una tierra que no dormía, ni me dejaba dormir, acogedora de exiliados y aventureros, que oculta en sus entrañas los cuentos de las mil y una noches; y que, por ello, era igual de hermosa vista desde lo alto. Porque desde lo alto comprendías por qué en cada rincón de su laberinto de minaretes y callejuelas podías desaparecer, por qué en algunas zonas decenas de cubetas encerraban los colores del arco iris dormidos en ellas para teñir telas, pieles y sueños, mutando la putrefacción en hierbabuena; por qué en cada rincón los muros te abrían ventanas de madera trabajada de cedro hacia mezquitas, escuelas coránicas, plazuelas, pequeños patios que ocultaban té, cerámica, arrieros con borricos cargados de mercancías, decenas de zocos de babuchas, adornos, pequeños laúdes, carteras y estuches de piel, alfombras, y cuencos con sopas y una gastronomía robada al tiempo.
Es una tierra para sentir, para imaginar, para buscar esas palabras del reino de la pequeña altura. Un mundo cercano que baña un cielo protector, que une ruinas romanas con un mundo casi medieval, suspendido en el tiempo, donde lo importante no es el dinero, ni las distancias, sino el contacto, el lenguaje del cuerpo, de las manos, de las miradas; un mundo en el que el saber se encuentra en el vivir, no en la palabra escrita.
Once soñadores se postraron. Once soñadores respiraron y observaron. Once soñadores bailaron en el tiempo, al son de tres pequeños laúdes. Cada uno buscó su sueño, y en la búsqueda estaba el sentido del baile, del viaje.
Busqué el mío, y me perdí en el reino de la pequeña altura. Sentí demasiado, y demasiado poco apresé. La verdad no cabe en un solo sueño, necesita del entrelazarse de los muchos sueños para revelarse. Y la verdad necesita de lugares reales, más allá de ese reino. Lugares donde soñadores te brinden su apoyo y su sonrisa. Lugares donde la soledad se pierda buscándote, y donde se nombren las cosas. Lugares como esta tierra, de mar y montaña. Antes de la ciencia, antes de la civilización y la conciencia.
Necesito este lugar. Y, tal vez, volveré. Un día.
Ya estoy por aquí, disfrutando tus palabras, la hermosura en la que las envuelves convirtiéndolas en un viaje soñado y, es un pasaje casi "épico" hacia lo mas remoto de la imaginación... y tus palabras son mas profundas aun... muchas gracias por compartir lo que haces...
ResponderEliminary gracias por brindarme la oportunidad de mirar esta mañana en mi interior a través de tus letras. y volverás reino de la pequeña altura, es mi deseo
un saludo cordial
Magicas palabras que nos trasladan a tu reino, querido Alvaro, el reino de la verdad profusa, del limite de los deseos, de las ganas de ser mezcladas con las de dejarse llevar..
ResponderEliminarA tu reino llegamos a traves de tus lineas, de tu espacio... Y es por eso que debo agradecer la deferencia de ser testigo de pedacitos de tus vivencias, que a pesar de las distancias y los continentes, tanto se acercan a las mias..
Te mando un fuerte abrazo, mi estimado amigo, y espero nos sigasn convidando tu poesia y magia..
Besos...
Siento sana ENVIDIA, primero por el viaje, segundo por la gente que lo ha podido compartir contigo y tercero y no menos importante, por la persona que compartirá el resto de su vida contigo. Queridísimo amigo, te quiero y espero verte pronto para que me cuentes en directo.
ResponderEliminarque bonito cielo, creo que no podrías haber descrito mejor el sentimiento que te invade cuando pisas por primera vez Fez.....es un viaje en el tiempo, el tiempo de la propia ciudad y por lo que veo el de tu propia persona. te quiero amigo
ResponderEliminarEs realmente hermoso lo que nos describes a través de tus sentimientos y tu pluma. Es un placer viajar contigo porque con tu visión das otro punto de vista a los que somos ignorantes en civilizaciones antiguas y en las modernas también, además de ponerle un sexto sentido especial en ti. El viajar te hace soñar y sentir que estás vivo, tener nuevas ilusiones, nuevos planes, dejar atrás por un momento todo lo cotidiano. En ese instante habrás alcanzado un poquito de felicidad. Muchas gracias corazón. Besicos con una dulce sonrisa.
ResponderEliminarPili, gracias a tí por estar tan cerca pese a la distancia y por tu generosidad hacia mis palabras. Ese reino es de ida y vuelta, y cobra vida diferente en cada viaje y para cada persona. Pruébalo. Un beso
ResponderEliminarMi querida Natalia, qué certera al definir el reino como el del límite de los deseos. Eres más que un testigo, ya que formas parte de muchas palabras. Espero que sigas por mucho tiempo formando parte. Besicos
Manci, me has hecho llorar y no lo digo de forma figurada. Desde el corazón siento que tu eres de las personas que siempre estarán el resto de mi vida, sea poca o mucha, a mi lado. Tq
MCarmen, siempre está hay tu sonrisa, y eso vale más que cualquier viaje. Bs
ResponderEliminarJulia, en cada paso que dé, en cada cosa que vean mis ojos, cerca o lejos, aquí o allá, estás tú, vas conmigo, en el tiempo y más allá. Tq
Es tan profundo y tan hermoso que me has elevado también a mí, y eso que me precio de ser pájaro : ). A una distancia hermosa, entre lusco e fusco que decimos los gallegos, un lugar desde el que se observa la belleza intrínseca de las cosas sin huir decididamente al reino Fantasía. Es un territorio reservado, yo sé. Así que te agradezco infinitamente habernos invitado. Qué maravilla poder comunicar así, un abrazo.
ResponderEliminarÁlvaro simplemente hermoso , hermoso como describes,más que poéticamente, una experiencia vital, tal como es un viaje a un destino soñado ...
ResponderEliminarY de nuevo muchas gracias por darme la oportunidad de ser participe de ti , de tu vida, con estos relatos tan inspiradores , que aunque cuenten experiencias y sentimientos propios , hago míos ...
Un abrazo enorme ¡¡