A Loles Mañes,
para que sonría cuando mire al mar
Llevo unos días que me siento desnudo, desprotegido. Y se debe al mar. Como Neruda, siempre he necesitado del mar porque me enseña, ya sea aire, incesante viento, el desmoronamiento de la estrella o el tierno desplegarse de la ola. Pero, desde hace unos días, mis dedos se pierden en su rutina, sin saber que hacer, en tristeza terca y amontonando olvido. Y se debe al mar.
Se debe al mar por arrebatarme un sueño. Hay sueños que tienes en la noche, otros que sueñas despierto, en el camino, sentado en un banco o asomado a una ventana. Pero hay sueños que tienen forma real, tangible, como mi brújula, que comparte origen. Y éste la tenía, plateada, cilíndrica. Un sueño que tomó la forma de anillo hace casi diez años, en una pequeña capilla de Perugia. Qué selló un pacto de amistad, de anhelos juveniles e inocencia, por encima de un paso del tiempo que nada podía. Pero lo pudo el mar.
Se debe al mar. Un mar que enseña, que trajo culturas, pero que también roba ilusiones, como aquella tarde de agosto de 1906 en que arrebató los sueños de cientos de emigrantes que se dirigían al Nuevo Mundo. Como hizo antes, durante siglos, y como sigue haciendo. Como hizo hace unos días, en suave oleaje.
Se debe al mar, por deslizar el sueño de mi dedo, por entregarlo a un azul profundo. Por arrancarme lágrimas de mis ojos cuando tomé conciencia. Por recordarme que lo material puede hacerte sentirte triste, a pesar de todo.
Y se debe al mar, pero no puedo enfadarme. Porque es un pago por todo lo que me ha dado estos años. Por la serenidad cuando lo he respirado, por cuando he cerrado los ojos y he sido mar, sin tiempo, sin palabras. Por ser el padre que me ha visto crecer.
No puedo enfadarme, porque cada vez que me siente un atardecer en Cabo Palos, al igual que los días de oleaje parece oírse el sonido de la campana del Sirio, sentiré mi sueño en el tierno desplegarse de la ola. Y me recordará que estoy vivo para cumplir otros sueños, para materializar otros sueños y alcanzar estrellas. Me susurrará a través del rumor del agua que, por ese sueño y por muchos más que se ahogaron en el tiempo, he de llegar a la vida.
Y se debe al mar…
Se debe al mar por arrebatarme un sueño. Hay sueños que tienes en la noche, otros que sueñas despierto, en el camino, sentado en un banco o asomado a una ventana. Pero hay sueños que tienen forma real, tangible, como mi brújula, que comparte origen. Y éste la tenía, plateada, cilíndrica. Un sueño que tomó la forma de anillo hace casi diez años, en una pequeña capilla de Perugia. Qué selló un pacto de amistad, de anhelos juveniles e inocencia, por encima de un paso del tiempo que nada podía. Pero lo pudo el mar.
Se debe al mar. Un mar que enseña, que trajo culturas, pero que también roba ilusiones, como aquella tarde de agosto de 1906 en que arrebató los sueños de cientos de emigrantes que se dirigían al Nuevo Mundo. Como hizo antes, durante siglos, y como sigue haciendo. Como hizo hace unos días, en suave oleaje.
Se debe al mar, por deslizar el sueño de mi dedo, por entregarlo a un azul profundo. Por arrancarme lágrimas de mis ojos cuando tomé conciencia. Por recordarme que lo material puede hacerte sentirte triste, a pesar de todo.
Y se debe al mar, pero no puedo enfadarme. Porque es un pago por todo lo que me ha dado estos años. Por la serenidad cuando lo he respirado, por cuando he cerrado los ojos y he sido mar, sin tiempo, sin palabras. Por ser el padre que me ha visto crecer.
No puedo enfadarme, porque cada vez que me siente un atardecer en Cabo Palos, al igual que los días de oleaje parece oírse el sonido de la campana del Sirio, sentiré mi sueño en el tierno desplegarse de la ola. Y me recordará que estoy vivo para cumplir otros sueños, para materializar otros sueños y alcanzar estrellas. Me susurrará a través del rumor del agua que, por ese sueño y por muchos más que se ahogaron en el tiempo, he de llegar a la vida.
Y se debe al mar…
Pues yo tengo una visión distinta de aquella tarde, porque no fue una casualidad que ese anillo se perdiera allí y no en otro mar u otra playa. Allí, donde ahora está con una sirena que se desliza y contempla sus aguas mientras nada, donde confluye tu recuerdo de hace años por una de las personas más importantes de tu vida y por otra que es una de las que más te ha cuidado en los últimos meses que quieres y te quiere mucho, ella lo va a cuidar. Pues entonces, si había algún lugar para perderlo fue aquel.
ResponderEliminarHe estado leyendo tu espacio - buenisimo , por cierto- y debo decirte que la imagen que usaste para tu "Despedida" es similar a la de mi entrada "Aprender...". Tematicas parecidas. Buena conexion. Fortuito azar.
ResponderEliminarEl descubrimiento has sido tu, me honraste mucho con tus calidas palabras. Desde la indomita Patagonia, te mando un gran abrazo!